Exactamente
hace setenta años, a las 11:55 de la noche del 13 de mayo de 1942, en plena
Segunda Guerra Mundial, el buque tanque petrolero mexicano Potrero del Llano
fue torpedeado por un submarino alemán.
El barco,
que navegaba cerca de Florida, se fue a pique y 14 de sus 35 tripulantes
murieron como efecto del artero ataque.
A pesar de que el barco navegaba
perfectamente identificado con su bandera mexicana, los alemanes hicieron fuego
con toda alevosía, premeditación y ventaja.
El gobierno mexicano, presidido
por Manuel Ávila Camacho, exigió a Alemania, Italia y Japón, los países del
llamado Eje, que “si para el próximo jueves 21 México no ha recibido del país
responsable de la agresión una satisfacción completa, así como las garantías de
que le serán debidamente cubiertas las indemnizaciones por los daños y
perjuicios sufridos, el gobierno de la República adoptará inmediatamente las medidas que
exige el honor nacional”.
Italia y Japón no contestaron el
requerimiento mexicano y Alemania ni siquiera se dignó a recibir la nota
diplomática.
Lejos de ello, el 20 de mayo
siguiente, otro buque tanque mexicano fue torpedeado. Ocho marinos del barco
Faja de Oro perdieron la vida.
Tras estas agresiones, y luego de unos multitudinarios funerales en el
zócalo de la Ciudad
de México, el Senado aprobó la solicitud del presidente Ávila Camacho para
declarar el estado de guerra entre México y las potencias del Eje.
El respectivo decreto se publicó
el 1 de junio.
Más tarde entraría a las páginas
gloriosas de la historia mexicana el Escuadrón 201.
Este selecto equipo de pilotos de
guerra y técnicos mexicanos combatió en Filipinas.
Al final, con esta significativa
aportación, México estuvo del lado de las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial.
Como posdata cabe decir, que el
primer mexicano caído en tierras filipinas fue un veracruzano, el subteniente
Fausto Vega Santander, exactamente tres años después de la declaratoria del
estado de guerra, es decir, el 1 de junio de 1945.
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